Entre insultos raciales gritados a toda voz, la exaltada mujer aseguraba que tenía derecho de decir lo que quisiera, amparada en la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU.

No se puede culpar a Trump de inventar el racismo y la xenofobia en Estados Unidos, ni siquiera de institucionalizar estos prejuicios, hasta el punto de convertirlos en política oficial. En el año 1790, apenas reconocida la independencia de Estados Unidos, el Congreso dictó la primera Ley de Naturalización, donde establecía la ciudadanía estadounidense solo para las “personas blancas libres”, lo cual fue ratificado por la Corte Suprema en el 1857.

Desde los orígenes de la colonización estuvo presente la discriminación a las poblaciones indígenas, llevada al punto del exterminio masivo y la enajenación de los sobrevivientes, mediante su concentración en reservaciones todavía existentes. Al igual que los asiáticos, hasta el año 1940 los nativos norteamericanos no podían optar por la ciudadanía estadounidense.