Todos conocemos  las extravagancias de las que a veces puede ser capaz la gente adinerada. Sobre todo cuando son grandes figuras reconocidas en todo el mundo, como suele ser el caso de los futbolistas famosos. Y Ronaldinho es un futbolista muy famoso.

Pero a pesar de su fama, el jugador del Barcelona siempre ha sido muy reservado con su vida privada, especialmente en lo que se refiere a relaciones amorosas. Basta decir que mantuvo en el anonimato durante 5 años su relación con la modelo rusa Irina Shayk. Sólo tras el rompimiento de su relación fue que la misma trascendió a los medios.

Tampoco podemos olvidar la anécdota que lo encuentra en Disney World con una peluca y lentes para evitar llamar la atención de seguidores o, más aún, paparazzi.

Y no ha Sido distinto con su última relación, su actual noviazgo y reciente compromiso con Georgina Rodríguez. Ambos mantuvieron una discreción absoluta hasta que los paparazzi sacaron a la luz el dato.

Georgina Rodríguez es actualmente una modelo de madre murcia y padre argentino, aunque, como ella ha dicho en una entrevista, estudió ballet desde durante más de 15 años. Su interés por la danza no es ningún secreto y viene desde su más temprana juventud.

Aparentemente esto fue lo que motivó al delantero del Barcelona a prepararle una sorpresa mientras se encontraban de visita en Londres, para ver la ATP Finals donde jugaron el alemán Zverev contra el serbio Djokovic.

Después del partido, el futbolista llevó a su prometida a un ballet en el prestigioso Royal Opera House de Londres. Rodríguez subió una foto con un sensual vestido negro donde contaba su alegría de poder asistir a semejante evento y además encontrarse con sus compatriotas argentinas.

Pero lo más sorprendente vino después, cuando se alojaron en el hotel Bulgari, un alojamiento cuyos precios empiezan en 10000 euros la noche. No contentos con este gasto, fueron al exclusivo restaurant Scott’s, situado en uno de los barrios más acaudalados de la capital británica, donde, en 15 minutos, gastaron 31000 euros.

¿Qué pidieron? Dos vinos. Sí, dos. Primero degustaron el famoso Richebourg Grand Cru, por el que pagaron 20000 euros y después pidieron una botella de Pomel Petrus del ’82, que sale más de 10000 euros.