John Allen Chau era un joven evangelista devoto que viajaba a diferentes tribus aisladas predicar su fe. Así fue como viajó a una remota aldea de sentileneses, en una isla perdida de la bahía de Bengala. De antemano se sabe que es una tribu muy hostil que no permite que nadie se acerque.

El joven estadounidense, que ya había convivido con otras comunidades, realizó el viaje a la remota aldea siendo consciente de que era ilegal, pues las leyes indígenas protegen a la comunidad para permitir que preserven su modo de vida. Nadie tiene permitido acercarse, por lo que hizo el viaje sabiendo que estaba yendo contra la ley local.

Chau llevaba un diario donde registraba sus viajes. Sus páginas fueron compartidas por la madre del joven y fueron publicadas en el Washington Post, como un triste testimonio de la ciega convicción de John Allen Chau y su compromiso con su fe.

«Grité: ‘Mi nombre es John, te amo y Jesús te ama», cuenta el misionero mientras describe que inmediatamente un joven sentinelés le disparó una flecha que atravesó la biblia que llevaba.

«Señor, ¿es esta isla el último reducto de Satán donde nadie ha escuchado o ni siquiera ha tenido la oportunidad de escuchar tu nombre?», reflexionaba el joven estadounidense.

Más adelante queda claro que él era completamente consciente de la clandestinidad de su viaje:

«El propio Dios nos ocultaba de la Guardia Costera y muchas patrullas», escribió Chau mientras relataba cómo tuvieron que moverse esquivando las patrullas costeras.

Los pescadores que lo ayudaron a llegar están presos en este momento. Según lo que contaron a las autoridades, el misionero llegaba en una canoa hasta la isla y después volvía al barco pesquero.

«El barco se detuvo a 500-700 metros de la isla y (Chau) usó una canoa para llegar a la orilla. Él volvió ese mismo día con heridas de flecha. El día 16, (la gente de la tribu) rompió su canoa. Así que él volvió nadando al barco. Él ya no volvió el día 17; los pescadores vieron más tarde a la gente de la tribu arrastrando su cuerpo».

Hay una última entrada en el diario de Chau, que dedica a su familia: «Ustedes deben pensar que estoy loco con todo esto, pero creo que vale la pena anunciar a Jesús a esta gente», decía la nota. «Dios, no quiero morir».

La madre del joven, pese a los informes, insiste en que él está vivo “gracias a sus oraciones”.