Si has cambiado de barrio, de seguro recordarás la terrible sensación de dejar lo que conoces atrás. ¿Te atreverías a abandonar todo para irte a vivir en un árbol? Ésa fue la decisión de Julia para salvar una secuoya milenaria
Sus comienzos

Julia “Butterfly” Hill se internaba en los bosques de su ciudad para conectarse con la naturaleza cuando descubrió que esos árboles que habían tardado mil años en alcanzar su imponencia serían mutilados dentro de poco por la compañía Pacific Lumber.

Desde pequeña estaba acostumbrada a estas caminatas con sus padres, lo que desencadenó su amor por la naturaleza. Es más, el “Butterfly” que acompaña su nombre proviene de una mariposa que se posó en su hombro durante una caminata.
La llegada a Luna

Esta mariposa de familia humilde y aventurera no quería quedarse quieta mientras esa sabiduría milenaria era arrasada. En “El legado de Luna” Julia nos relata: “Contacté con la asociación Earth First, que hacía sentadas en los árboles para impedir su tala (…)”

Dentro de todos los árboles de este bosque en la ciudad de Stanford, en California, había una secuoya que sobresalía por su gran tamaño y edad. Aún Julia no sospechaba la aventura que comenzarían juntas.
El ascenso

Así supo de la existencia de Luna y decidió el 10 de diciembre de 1997 salvarle la vida dejando a un lado su vida para habitar a cincuenta metros del suelo en medio de las ramas de esta imponente secuoya.

Aunque Julia estaba acostumbrada a la vida itinerante, gracias a la vida nómada que compartió con sus padres desde los 12 años, el pasar todo el tiempo en un árbol era una experiencia novedosa y desafiante para sus apenas 23 años.

Para su estadía tendría sólo tres metros cuadrados de espacio, así que llevaba consigo sólo una lona, una cocina con un hornillo, un cubo con bolsa hermética y un baño con esponja: lo necesario para sobrevivir las dos semanas planeadas.

Además también tenía un teléfono móvil para comunicarse con sus compañeros y dar conferencias. La organización usaba un sistema de cuerdas y poleas para abastecerla periódicamente de víveres y cargar su teléfono.
Un rumbo inesperado

Ella no había pensado quedarse dos años en Luna pero el relevo que esperaba al terminar la segunda semana nunca sucedió. No podía abandonar el camino que ya se había trazado, y así decidió quedarse hasta que fuera necesario.

Dado que su caso era inusual en las experiencias de las organizaciones que protegían los árboles, a medida que pasaba más tiempo su caso se fue conociendo en todos los rincones del planeta, donde llegaban las fotografías de su largo tiempo sentada en Luna.
Los enemigos

Su aventura no fue tan fácil como sentarse a esperar a que alguien se rindiera. Julia recibía agresiones todo el tiempo y los bosques que ella defendía eran quemados, lo cual causaba daños a sus ojos y garganta

Además de estos ataques, la compañía maderera organizaba guardias para que sus compañeros no pudieran abastecerla de lo necesario para seguir en pie. Julia se enfureció por la complejidad de su situación sobre Luna.
La naturaleza implacable

Las dificultades para Julia no sólo provenían de la compañía a la que se enfrentaban. Además, el invierno se acercaba con toda su inclemencia y ella tendría que afrontarlo sola. Las tormentas rompieron su lona y ella estuvo a punto de morir.

Afortunadamente su conocimiento sobre Luna le permitió saber que estaría más segura en ramas jóvenes y cambió de lugar. Así su relación sobrepasó todos los niveles de confianza y entrega hasta ahora vistos entre Julia y Luna.
El amor todo lo puede

Se desprendió de todo arnés y recorrió a Luna con sus pies descalzos. Conoció los insectos que habitaban entre sus ramas. Ambas se entregaron tanto que la única solución para la compañía era respetar las condiciones de Julia y aplicar políticas ambientales.

La maderera estableció un límite de 60 metros para respetar las actividades de Julia y su organización. Su descenso se produjo una semana después de cumplir dos años sobre Luna. Actualmente dirige y participa en organizaciones para evitar la tala de más árboles como las secuoyas de California.