Durante la demolición de una casa en la localidad de Pont-Aven, en el oeste de Francia, un grupo de obreros ha dado con un tesoro de manera casual y para sorpresa de todos, al intentar destruir un mueble dentro de la vivienda abandonada.
Sobre el sorprendente hallazgo, se sabe que los trabajadores encontraron en uno de los suelos del inmueble, que estaban a punto de derruir, un recipiente de plomo con forma de cañón, la cual, confundieron con una antigua bomba de la Segunda Guerra sin estallar. Al moverlo se percataron que algo contenía.
«Lo sacudieron y oyeron un ruido de monedas», explicó sonriente Laurent Le Bihan, co-gerente de la empresa Bat-isol, en la ciudad de Quimperlé, confirmando una información del diario ‘Ouest-France’.
En el interior del misterioso artefacto, los operarios encontraron 600 monedas de oro belga, fechadas en 1870, con el rostro del rey Leopoldo II y cuyo valor en el mercado actual podría superar los 100.000 euros.
Sobre la moneda
En total, la caja contenía unas 600 monedas de oro acuñadas entre 1867 y 1882, durante el reinado de Leopoldo II, que se extendió entre los años 1865 y 1909. Probablemente se trata de piezas de 20 francos, acuñadas en oro de 900 milésimas, de 6,45 gramos de peso cada una.
También se dio a conocer la descripción gráfica de las morocotas, varias fuentes han reportado que en una de las caras de esta moneda aparece el retrato del rey Leopoldo II junto a su nombre y la leyenda “Rey de los Belgas” y en la otra, incluye el escudo de armas de Bélgica: un león rampante en el centro de un escudo circular, envuelto en una capa de armiño coronada, con la leyenda “La Unión hace la fuerza”.
El canto de estas monedas cuenta con varias estrellas de cinco puntas y la inscripción en relieve “Dios proteja a Bélgica”.
Las monedas han sido depositadas en manos de la Policía francesa hasta que se decida su destino. Según su código civil, el dinero obtenido por la venta de las monedas tendrá que ser repartido.
A través de un comunicado enviado por un corresponsal de la AFP, se pudo constatar que el propietario de la casa dijo “no estar sorprendido, ya que su abuelo acostumbraba a coleccionar cosas”.
Según dicta el código civil francés, la mitad del tesoro pertenece a las personas que lo encontraron y la otra mitad a los dueños del terreno donde fue descubierto.